Mi familia paterna

El papá de mi papá se llamaba Artidoro Pincheira y su mamá, Teresa Sabina Munizaga. En la familia de mi papá eran tres hermanos. Mi papá era el mayor; tiene un hermano que es muy parecido a él que vive en Concepción y que es profesor de química universitario, pero tengo muy poca relación con él. Él era muy chico además, y no se involucró en una relación de hermano con mi papá. Y mi tía que vive en Francia, con ella tengo muy buena comunicación, de hecho, cuando yo le empecé a hablar del tema de las demandas judiciales, ella también se incorporó desde afuera. Para ella su hermano era su hermano, crecieron juntos.

Mi papá era de una familia medianamente acomodada de Las Condes que no estaba metida en política, incluso era un poco tradicional, no de derecha, pero tampoco de izquierda, entonces para ellos siempre fue muy chocante ver a su hijo involucrado en temas de militancia sin enterarse de qué se trataba. Cuando yo tenía 17 años iba a verlos, pero iba solo. A mí me chocaba que mi mamá no estuviera y por eso la relación familiar con ellos nunca se dio muy fluida. En el exilio uno reduce familia, es mucho más compacta y cercana, y esta gente me parecía extraña, era más fría y no tenía esa cosa afectiva tan fuerte, sin embargo, ellos me tenían mucho cariño porque querían mucho a mi padre y lo veían  en mí. Yo soy el único hijo de Ricardo.

En realidad mi llegada para ellos fue muy dolorosa. Se empiezan a hacer cargo de lo que pasó, mientras yo tramito un montón de cosas para que me reconozcan como su hijo, como los análisis de ADN en los que participan. Nunca habían querido aceptar realmente lo que había pasado, en lo que había estado metido su hijo, pero al final fue bueno. Recuerdo a mi abuelo diciendo: “Cómo estos bárbaros pueden haber hecho esto”, una frase que él jamás hubiera pronunciado antes. Gracias a ese acercamiento con mis abuelos paternos, pude ir reconstruyendo toda su infancia, con sus hermanos y, principalmente, con su hermana, a la que le tengo mucho cariño. Fue muy bonito, él era súper parecido a mí al final. En Cuba me decían el “matamadre” porque era terrible, no paraba nunca y hacía puras cagadas, y mi papá era parecido, súper inquieto, medio travieso, desordenado. Mi familia paterna también dice que era muy muy inteligente. La lectura de su infancia siempre ha estado influida por su muerte de joven.

Relatado por Máximo Corvalán-Pincheira, hijo de Ricardo Pincheira.