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Allanamientos
Una vez allanaron la casa y la abuelita Ester estaba fregando ollitas, porque ella manejaba la cocina, nadie se podía meter a la cocina porque la cocina era de ella. Se ponía a tejer, se levantaba a las diez y a las once ya estaba en la cocina. Ese día eran como las ocho o nueve de la noche y llegaron a allanar. Eran unos cabros chicos, esos fueron los más decentes, no sé si eran marinos o milicos. Nos sentaron a todos en la mesa y mi abuelita seguía fregando las ollas, y entonces el milico le dice: “Abuelita vaya a sentarse a la mesa” y la abuelita le decía: “Pero suélteme chiquillo imberbe” y seguía fregando.
Otra vez nos sentaron a todas en la mesa y dejaron una metralleta encima, anda a saber tú para qué. Una actitud muy violenta, y se fueron a recorrer la casa.
Una vez vinieron con detector de metales. Sucede que Fernando en su caja fuerte tenía un revólver, que el mismo Jorge enterró ahí. Lo enterraron ahí y mi mamá dice: “Capaz que vuelvan de nuevo, mejor la saco”, y no le dijo a Jorge. Lo sacó conmigo, lo envolvió en un papel y lo fuimos a tirar arriba al cerro cuando no había casas. Justo esa noche llegaron a allanar con detector de metales y por eso es que el Jorge transpiraba, porque sabía que lo había enterrado ahí y la cuestión no estaba, y mi mamá no le había dicho nada.
Al día siguiente, estábamos aquí con mi mamá y mi mamá dice: “El revólver, dónde lo envolví”. Aquí a la casa llegaban unas revistas de la Unión Soviética en un sobre que decía Fernando Navarro, y se acordó de que había metido el revólver en un sobre de esos. Tuvimos que partir para arriba, ver dónde lo tiró y caminar para abajo. Lo encontró, y tiró el arma sola nomás, porque el papel ya no estaba. Era una pistola que no tenía ninguna importancia porque lo único que tenía era el tambor y estaba mala, no funcionaba, no disparaba, no tenía ni gatillo.
Yo me acuerdo, no sé si fue el mismo suceso de la pistola, pero mi papá en la caja fuerte tenía muchos carnets de compañeros y los enterraron también.
Nos hicieron muchos allanamientos, y en uno de ellos se llevaron la biblioteca completa. Ese era un cuarto que construyó mi papá, y le puso repisas y las llenó de libros. Tenía una colección enorme de Reader’s Digest, y en uno de los allanamientos, sacaron una sábana de la cama, echaron los Reader’s Digest, y se los llevaron todos.
Pero eso era lo de menos, porque mi papá tenía cosas valiosas que se había traído de la URSS, como un libro de Máximo Gorky, autografiado y dedicado por un descendiente del autor. Ese libro estaba todo impreso en papel de arroz, era una finura total, y que lo sacaran así, eran increíbles. De eso no quedó nada, la idea era hacer desaparecer todo lo que fuera o pareciera marxismo.
Relato de Érika, Mónica y Patricia Navarro