Los zapatos tenían que durarte

Él era de la buena mesa. Sentarse a almorzar era un ritual. Nos revisaba que nos laváramos bien las manos, el Enrique peinado. Cuando descansaba no podías hacer ruido porque te retaba, y hasta te daba unos chicotazos. Los zapatos tenían que durarte, las cosas había que hacerlas durar. Podía estar con un hoyo así el zapato para que te comprara otros. Teníamos despensa y nunca nos faltó la comida con él. A mi mami la vestía de rojo y a nosotros también, le encantaba el rojo.

Relatado por Gisela Coussy, hija de Plutarco Coussy.