Mi papá era horrorosamente ordenado

Mi papá era de los que anotaban todo: el peso que salía, el peso que gastaba. Era ultra ordenado. Tenía un cuaderno con registros de lo que gastaba en el día, pero antes de eso, cuando vivíamos en Valparaíso, mi mamá trabajaba vendiendo lencería, y él le llevaba las cuentas. Un día en la noche pelearon porque mi papá decía: “¡Falta plata!, qué hiciste con esto, qué hiciste con lo otro…”, y mi mamá tiró los billetes a la chuña, se fue a la pieza y Fernando salió a darse una vuelta, y mi mamá le cerró la puerta con llave, y después de como dos horas mi papá: “Edita, ábreme la puerta…”.

Aquí hay una muestra con los detalles de lo que trajo y compró en Bolivia. Todo lo anotaba. Pero no era apretado. Cuando viajaba les traía un presente a todos, incluso para los compañeros. Yo creo que anotaba para que no se le fuera a ir ninguno. En navidad hacía listas y nos preguntaba a todos qué queríamos.

Para las navidades,  a las cinco de la tarde partía a la casa de la mamá, ella tenía montón de primos y sobrinos, y a todos les llevaba regalo. Era muy generoso. Él tenía su juguete de niño, una conejita de peluche con esas caras que tenían antes las muñecas, de género pero duro, y sacaba la coneja todos los años para navidad, pero como era de género se le borraban los ojos, y se los volvía a dibujar.

También tenía varias cajas guardadas que decían: “Zapatos bailarines”, “zapatos playeros”… Eran zapatos de petate blanco, con un tejido entrecruzado, eran muy frescos, playeros.

Afuera de la caja decía todo lo que había: “Coneja, lupa…”. Era horrorosamente ordenado, pero solo con lo de él, a nosotras no nos fregaba.

Le gustaba jugar, era lúdico. Nosotros dormíamos en la pieza del medio, entonces pasaba con una frazada porque sabía que nosotros decíamos: “¡Ay, llegó el papá, llegó el papá!” y gritábamos.

 

Relato de Erika, Mónica y Patricia Navarro