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Me siento y él al tiro empezó a mover los ojos
Conocí a Juan el año 68. Yo tenía un primo que trabajaba con él en el Politécnico en San Bernardo que era como el Sename de ahora pero con hogares tutelares a cargo de los ministerios de Justicia, Educación y Salud. Entonces este primo mío vivía hablando de Juan. Un día para el V Congreso de la CUT, conocí al Nicolás López porque me hizo una licencia médica fulera para que no fuera a la escuela y me dijeron: “Necesitamos una persona estrictamente de confianza porque estamos con los socialistas de la más extrema izquierda y tenemos miedo que se roben las elecciones”. Entonces me nombran secretaria del Nicolás López que era el jefe nacional de organización de todo el congreso, hubo que hacer las primarias en la noche en el Teatro Caupolicán, pero antes yo estaba en la comisión para entregar las credenciales en el Cienfuegos, el edificio que nos quitaron los milicos, y por una ventana, un tipo muy encarado me dice: “Oye mijita, ¿por qué no me da la credencial que estoy apurado?”, y yo le dije: “¿Quién es usted que me viene a mijitear? ¡Bájese nomás y póngase en la cola como todos los demás!”. Y se picó, y yo no lo vi más. En la noche, como a las 10 me salí del Caupolicán y me fui a la Peña de don Lalo Farías, y cuando llegué me lo encontré y pensé: “Yo he visto esta cara antes”. Me siento y él al tiro empezó a mover los ojos y todo porque era muy coqueto como buen italiano, y yo le dije: “No me hables más”. Le conté que había estado en Checoslovaquia, y él empieza a contarme todo de su gira por Europa el año anterior, hasta que le digo: “¡Ah, ya sé quién eres tú, y sé hasta cómo te llamas!”. “¿Ah, sí?”, me dijo. “Si pues, porque yo soy la prima de Albert”. “Ah, ¡mi colega, mi compañero!” me dijo.
Desde ahí empezamos a pinchar, y en eso llega el 8 de diciembre que era feriado, habíamos salido a comer, y yo le dije: “A ver si eres tan choro, te invité al mercado y ahora te invito todo el fin de semana al lago Lanalhue”. Llegamos a Cañete y mi padrino, que era el alcalde y comunista además, cuando vio a este muchacho comunista, se volvió loco con él, lo encontró la última maravilla. Además convencí al cuñado y a la hermana de Juan que fueran con nosotros. Lo lindo fue que mi padrino no dijo nada aunque era muy conservador, muy machista, si no éramos novios ni nada. Estuvimos dos noches los cuatro, y la otra noche, que era el sábado, ellos se volvieron. Mi padrino fue las dos noches más que quedaban a vernos, un día nos llevó una botella de pisco y al otro día fue a ayudarnos a desarmar el campamento. Entonces Juan cayó parado en la familia, ahí estábamos empezando, fue como lo primero.
Relatado por Anita Altamirano, esposa de Juan Gianelli Company.