Subíamos las escaleras por donde bajaba el presidente

Los años 70, 71, 72 y 73 fueron sin parar porque a todos nos nombraron jefe de algo. Yo fui la jefa nacional de la Oficina de Prácticas Supervisadas. Ahí los del Partido Comunista recién habían salido a la luz, si estuvieron clandestinos no sé cuántos años después de Videla. Todos nos conocíamos, teníamos presencia y nadie en La Moneda te andaba revisando, nosotros íbamos a tomar once ahí, subíamos las escaleras por donde bajaba el presidente, esa escalera era pública porque arriba funcionaba la Injuv, el jefe era Manuel Guerrero, y todos entraban y salían.
Para el gobierno de Allende todos trabajábamos contentos, sentíamos una mística con todo lo que estábamos haciendo, como lo que hacía la Bélgica Castro en el Teatro de la Chile.
Nosotros nos casamos, nos integramos a la gran campaña del gobierno popular, todos trabajamos con mucho amor. A Juan lo nombraron ese año encargado nacional de bienestar de los profesores, entonces se preocupó mucho de la salud de la gente de Arica a Magallanes, como las peticiones de una mamá de Antofagasta que tenía a un hijo con arsénico y ella no se podía quedar, pero Juan hospitalizó al niñito, nos preocupábamos de irlo a ver, y no solo a ese niñito, sino a todos los que venían. Había una compañera que llegó al hospital y Juan pendiente de ella, me la encontré en una reunión de ex alumnos y ella me empieza a contar que Juan fue un hada madrina para ella, que él estaba muy pendiente de ella, que tuviera sus medicamentos… Esto era el 69 cuando lo nombraron, incluso equipó la Casa del Maestro, hizo muchas actividades, y paralelo a eso seguía con su cosa artística, menos eso sí, pero seguía bailando. Todo fue transparente, íbamos a Los Andes, nos mandaban a un encuentro de gente pobre, pobre, donde teníamos que alojar, en una casa nos tocó dormir en lo que era el living, nos pusieron dos sommiers porque éramos dos parejas, en unas sábanas albas con unos bordados, y preocupados de darnos un plato de fideos con una bebida, cuánto le costaría eso a esa gente. Y así, la gente en todo te correspondía. A los artistas y a la gente les importaba un pito si les iban a pagar, llegaba Nemesio Antúnez o José Balmes y te hacían un mural entero sin cobrar ni una chaucha.

Relatado por Anita Altamirano, esposa de Juan Gianelli Company.