Imaginar los viajes de mi padre

Esta foto es la imagen ideal que uno tiene de un padre que de partida no pasó los 30 años, yo ya tengo 38 años, entonces… Desapareció a los 30. Esta foto tiene una contradicción: primero saber que tu padre fue un hombre tremendamente atractivo y buen mozo, y segundo, que tu padre permanece permanentemente joven, entonces, es una foto muy en blanco y negro, de una paternidad muy en blanco y negro, y muy idealista además. De una persona que a sus 30 años tuvo una biografía tremendamente intensa, entonces es muy fuerte en ese sentido. Que está en otro país, con esa barba, muy guapo él, muy parecido a mi hermano Marcelo. Y con toda la energía por delante. Eso es lo que me produce a mí esta foto. Además es una foto de un territorio que yo no conozco, que no es mío. Siempre me ha parecido un poco utópico, un lugar distante, lejano. Tengo una gran amiga en España, la Margarita Espuña, que es una escritora que está muy comprometida con Chile, con la Tati Allende y con la comandante Tania que era alemana. Entonces conecté con ella por eso, porque narraba esos viajes de la misma época de cuando mi papá estaba en la URSS y en Alemania. Y ahí yo pude reconstituir algo de mi papá, de ese territorio. Ahí sentí que habían unas imágenes potentes en ese libro, una cercanía. En esa época a principios de los años 60 y fines de los 50, estaba recién Fidel Castro llegando al poder en Cuba. Mi papá tampoco fue muy pro Cuba, tengo entendido, pero ahí en su look está la cosa de la barba, esos look que de alguna manera representan a la gente joven de esa época: las barbas, las patillas, las chuletas, que era muy de los hombres de izquierda.

Me imagino a mi  papá ahora y creo que  sería un señor gordo, medio pelado como es mi tío, guapo, con canas, porque las canas las heredamos de él. Yo creo que él habría sido incondicional al partido pese a todo, esa es la diferencia entre la generación de él y la generación de mi mamá. La generación de mi mamá emigró, y la de él se habría quedado. Él nunca pensó en irse al exilio, le costó la vida haber desistido.

Relatado por María Paz Concha, hija de Marcelo Concha Bascuñán.