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Las copas
Son solamente dos. Él se trajo dos. Y esas siempre estuvieron de adorno en mi casa, junto con unas matriuskas que se había traído mi mamá de afuera. Mi mamá es desapegada con los objetos y además entiende muy bien que yo necesito tener la cosa… Pero ahora pasó algo super heavy que fue que mi mamá llenó la casa de fotos, y tiene una muralla con fotos de ella, de la universidad, de su papá, de los nietos… ahora de vieja. Para mí estas copas son pura alegría. Pienso en la intimidad y en la complicidad de los dos, el tiempo que se habían esperado, los brindis que deben haber hecho. Las copas como objetos casi voyeristas de estar presentes en los momentos pic de la relación. Son alegres, el colorido, tan únicas, preciosas y súper especiales. No las quisimos llevar a nuestro matrimonio porque son muy íntimas, nunca las hemos externalizado, pero en los momentos íntimos de brindis con la Pola, con mi marido, con mi abuela, estaban. Deben ser del 62 más o menos, cuando mi papá llegó allá, si las tuvo toda su estadía allá.
Mis papás alcanzaron a estar juntos en Rusia como 4 años, pero cada uno tenía su pololo, entonces eran amigos. Cuando mi mamá regresa a Rusia se acercan más, ni siquiera pololearon. Si se pusieron a pololear cuatro horas antes de que mi papá se tomara el avión de regreso a Chile, porque mi papá cortejó mucho a mi mamá y mi mamá decía: “No, no, no”, venía saliendo de otra relación que la tenía muy dañada, entonces se protegió mucho y no quería. Mi papá era más osado. Incluso, entre medio se puso a pololear con otra galla, era bien pololo. Y ahí mi mamá dijo: “Sí me gusta, porque si no no me daría tanta lata”, y ahí mi mamá el último día, toda humillada, fue y reconoció que sí, que lo quería, y mi papá le dijo que ya tenía polola, y ahí mi mamá lloró como Magdalena. Mi papá tomaba el vuelo en cuatro horas más y ahí se pusieron a pololear, se dijeron que se amaban, y que se iban a esperar. Y se esperaron. Para todo el tiempo transcurrido de búsqueda y de dolor, el tiempo real de estar juntos es muy poco, mi mamá cuando llega el año 72 en mayo, son dos años, tres años, para marcarte la vida entera. Yo llevo 18 años con mi marido, imagínate.
Yo he cobrado consciencia ahora de eso, de que ha habido indicios de mi papá. De chica yo te contaba que me dormía pensando en que quería soñar con mi papá, que me visitara, que pasara algo, buscando alguna cosa sobrenatural, y nunca nada. Pero después más grande sí tuve situaciones especiales.
Relatado por Lorena Díaz Ramírez, hija de Lenin Díaz.