Iglesia San Francisco 

Mi cuñada Nené se atrevió a ir a la huelga de hambre escondida de toda su familia. Cuando íbamos en busca de Mónica, ella fue al Sende. Como a mí me dijeron que no fuera porque me podían detener, fue Nené. La huelga duró como 54 horas, tres o cuatro días. En esa época, en el año 77, en la iglesia de San Francisco, yo dormía de espaldas con mi cuñada, calientitos, porque yo era súper flaco. Con unas compañeras nos íbamos a la puerta de la iglesia, porque por fuera pasaban unas prostitutas que solidarizaban con nosotros y nos traían pan, y nos decían dónde había pacos. Cuando salimos de la huelga, estaban los pacos afuera, y nos organizaron de a 3 o 4 personas arriba de un taxi. Estaban los curas, la gente de la Vicaría, que nos ayudaban a salir rajados, para que no nos detuvieran.
En el 78 hubo una huelga de hambre larga, en la que participé, y ahí le encargué a Nené que no se filtrara. Me acuerdo que nos tomamos una oficina de la Unicef, éramos como 200 personas en huelga, duró 17 días. Rodrigo estaba chiquitito, entonces Nené tenía que cuidarlo.

Para la huelga de hambre larga, del 78, duré 12 de los 17 días. Yo no quería salir de la huelga, porque no sabía adónde me iban a llevar. El doctor Goñi de Naciones Unidas me sacó y yo le pedí seguridad: una pieza sola con guardias. Me llevaron a la Clínica Alemana, pero no reunía las condiciones de seguridad que yo exigía y el doctor me decía: “Te estai muriendo y estás exigiendo”. En esa huelga de hambre habíamos tres hombres y seis mujeres, uno de ellos, Max Santelices, ya no está, es el marido de Reynalda Pereira. Él falleció hace como tres años de cáncer. Ellos me daban ánimo. Estaba la Magdalena Navarrete, la Eliana Zamorano, y una viejita de unos cincuenta y tantos años. Ellas me daban ánimo, cuando yo no quería salir. Después me trasladaron a la Clínica Santa María, yo después con los años dije qué razón tenía yo cuando exigía seguridad total. A la Clínica Santa María me ingresaron en una sala con un trabajador de la Vicaría y con un guardia las 24 horas del día y con orden mía de no recibir a nadie. Tengo un papel escrito donde unas compañeras con la Silvia Castillo, me ponen “Fuerza Manuel”. Después, fue mi cuñada con mi sobrino a verme, y acepté que entraran. Estuve cinco días con suero, y un guardia para la noche y otro para el día. Había un guardia francés, yo conversaba harto con ellos.

 

Relatado por Manuel Maturana, marido de Mónica Llanca.