Las conversaciones

En esta casa es donde mi papá se va a vivir con su pareja María Luisa, su compañera. La casa tenía ese patiecito típico de esas casas de Bellavista, donde además cada pieza va una al lado de la otra y la fachada es continua a la calle. Esa foto la sacamos cuando mi papá regresa de ese último viaje en 1972. En esa foto yo tengo 13 años y mi hermana 21. Recuerdo que íbamos muchas veces especialmente a almorzar. Mi hermana Estela vivió un tiempo ahí, Pablo, mi otro hermano, también vivió ahí.

A veces mi papá hacías unas cosas horrorosas, yo a los 13 años ya militaba en la Jota, a esa edad fui a trabajos voluntarios a Cabildo, yo me sentía grande…. y mi papá cuando yo salía de clases del Manuel de Salas con mis compañeros, ¡me estaba esperando afuera! y a mí me daba una vergüenza, porque me sentía grande y consideraba que nada que ver que me fuera a buscar al colegio, pero él hacía esas cosas.

Nosotros siempre nos vimos mucho a pesar de la separación de mis padres, él siempre se preocupo de estar presente.
En esta época le gustaba mucho cocinar, parece que lo aprendió después, ya que con mi mamá no hacía nada de esas cosas, solo se dedicaba a la política.

Me acuerdo que le gustaba ir a la Vega, que le quedaba cerca, y hacer porotos granados. Tenía, además, un plato estrella que era el arroz amarillo con pasas y almendras. En esa  época descubrió la cocina.

Recuerdo, en especial de esa casa, las sobremesas, las largas conversaciones después de comer donde contaba sus anécdotas. Él tenía una vida bien movida, su vida en Puerto Montt. En Santiago, la época en que fue dirigente de la FECH, dirigente comunista, tenía harto cuento, uno le preguntaba un par de cosas y tenía horas de conversación.

Yo era una joven militante comunista, entonces tenía mucha inquietud y todas estas historias me resultaban increíblemente interesantes. En verdad éramos todos militantes menos mi mamá que era más hippie para sus cosas.

 

Relatado por María Luisa Ortiz, hija de Fernando Ortiz.