Nací en esa casa en 1958

Donde está la casa, antes había una calle que se llamaba Los Tilos y ahí es donde después estuvo Matemáticas, antes había un potrero hacia atrás. Recuerdo que cruzaba el potrero para ir a la calle Doctor Johow y luego llegar a mi colegio el Manuel de Salas. En esa época este lugar era como campo.

Creo que llegaron a esa casa dos años antes de que yo naciera y estuvimos ahí hasta el año 1970.

Tengo los mejores recuerdos de esa casa y también el susto que me daba, ya que era una casa muy grande, además de que era una calle chica y estaba el potrero y siempre entraban a robar a algún lado. Mi hermana Estela era muy miedosa, entonces siempre decía que había alguien en el patio y a mí me daba mucho miedo, por eso tengo ese recuerdo, de susto, pero también de haberlo pasado muy bien. Tenía muchos amigos, jugábamos en la calle, teníamos un club, además de una piscina de cemento con un pequeño hoyito para sacar el agua y que debíamos llenar con manguera.

Hay  una foto en que estamos todos sentados en un sillón rojo, que era como “El sillón” que teníamos, que se deben haber comprado mis papás. Esa debe haber sido de las últimas fotos todos juntos, ya que mis padres se separan en 1965.

Me acuerdo que mi papá tenía su escritorio a la entrada de la casa, donde ahora hay como una lavandería o fotocopiadora. Él pasaba estudiando cuando no estaba de viaje o haciendo clases y yo era super callejera. Entraba corriendo, me tomaba una taza de Milo y salía de nuevo a jugar, y mi papá me llamaba y me hacía sentarme en la mesa y comerme el pan con él y después salir… yo salía cascando para no perderme de nada.

En los almuerzos, mi papá escuchaba por la radio a Hernández Parker, conocido periodista político, y él te hacía callar, no podíamos decir nada mientras estaba el programa. De eso nos acordamos todos.

Después que mis padres se separan, él va a almorzar a la casa una vez por semana, ya que hacía clases en el Pedagógico.
Yo era lenta para comer, era mala para comer, más que mañosa me demoraba mucho. Mis amigos siempre me pasaban a buscar y mi papá los hacía pasar y sentar en la mesa y les preguntaba qué hacían, cómo les iba en el colegio, qué materias les estaban pasando y a mí me daba una vergüenza tremenda.

Hacía cosas que yo admiro, como sus siestas de diez minutos. Decía: “Voy a dormir un poco para reponerme”, y lo hacía sin pasarse de tiempo y volvía completamente repuesto. Siempre encontré admirable esa capacidad. Me acuerdo que yo le abría los ojos para ver si estaba durmiendo.

En el 70 nos mudamos, porque empezaron a abrir la calle Grecia construyendo toda esa parte donde ahora está la Universidad de Chile, que en ese tiempo era la biblioteca y unas salas bajitas que antes eran la básica. La vida empezó a cambiar y decidimos irnos.
Fue un lindo período de mi vida vivir en esa casa.

 

Relatado por María Luisa Ortiz, hija de Fernando Ortiz.