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Reconstituyendo sus pasos
Desde el 2006 que pusimos la querella por Cuesta Barriga, donde el ministro a cargo era Montiglio, quien era un gran investigador, y gracias a él llegamos a saber de la existencia del cuartel de exterminio de Simón Bolívar, donde fue llevado mi papá. Con este proceso judicial hemos ido sabiendo la verdad de lo que le sucedió a mi papá.
La verdad es que no hubo ningún testigo del secuestro, sino más bien mi hermano Pablo se enteró de su desaparición porque no llegó a una reunión del Partido Comunista, así supimos, pero en el recurso de amparo no lo podíamos decir así. En el fondo inventamos que una persona había visto su detención. Esta historia la mantuvimos muchos años, era difícil salirse de eso, pobre Pablo, tenía que describir hasta a la persona ficticia. Ahora sabemos que fue detenido cerca de Tobalaba y que estaba solo, siempre pensamos que había sido en Plaza Egaña. Supimos también que lo torturaron, cómo murió y que su cuerpo fue tirado en la cuesta Barriga. Mi papá fue detenido dentro de un operativo en el cual fueron secuestradas siete personas el 15 de diciembre de 1976, fue un operativo planificado en donde sabían en qué punto estaba cada uno de ellos.
A fines de enero de 1976 fuimos con mi hermano Pablo a donde vivía mi papá, solo él sabía. Yo no subí al departamento, pero Pablo sí, está en la calle Eulogio Sánchez con Vicuña Mackenna. Ahí supe que lo arrendaba con una nombre falso, lo hacía como Mario Poblete. Nosotros no sabíamos mucho de cómo había llegado a arrendar ese departamento, en esa época no era llegar y preguntar, era peligroso y la gente tenía mucho miedo, nadie hablaba. Cuando mi hermano llega al departamento, mira por una mirilla y se da cuenta de que no había nada, el lugar estaba vacío, no había muebles, no había nada… A nosotros siempre nos llamó la atención qué había pasado con las cosas.
Volví al lugar el 2002 o 2003, pues estábamos investigando, siempre lo estábamos haciendo, tratando de saber cosas… Ahí ubicamos a una persona, una mujer que era de Coyhaique, ella le arrendó el departamento a mi papá, su madre vivía en Santiago, nos juntamos y logramos entrar al edificio. Supimos que los conserjes eran más o menos los mismos de la época. Nosotros queríamos saber si habían visto algo, ya que el departamento estaba vacío, qué había pasado con los muebles, etc., debería haber habido una mudanza, alguien se tiene que haber dado cuenta, ¡los tipos sacaron todo! Los conserjes tienen que haber sabido. Pero se hicieron los desentendidos, después incluso se empadronó, pero no sacamos mucha información. Nosotros calculamos que mi papá alcanzó a estar en ese departamento desde octubre del 76, que estaba contento de tener un lugar fijo. Es tremendo andar de una casa a otra, sabiendo que pone en riesgo a las otras personas que te están acogiendo, y no tener tu espacio. En todo este periplo hablamos con mucha gente, y nos contaban que mi papá pasaba horas en sus casas sin tener nada que hacer más que el trabajo político, pero eso eran solo algunas horas en algunos días. Bueno, esa casa fue la última.
Relatado por María Luisa Ortiz, hija de Fernando Ortiz.