Para el bombardeo estuve con mi hijo Antón

Para el golpe Juan tenía 26. Nadie pensó que el golpe iba a ser tan terrible y tan largo. Juan decía “A mí me agarran y me dan unas buenas palizas”. Antes del golpe, de julio para adelante ya lo presentíamos.

Cuando se venía el golpe, Juan se la llevaba trabajando, mi hermano puso la radio en la camioneta, nos hizo subirnos, y decía el presidente: “Cada uno a su lugar de combate y vamos para adelante”. Para el bombardeo estuve con mi hijo Antón el 11, 12 y 13 en los subterráneos del Ministerio de Defensa, porque desalojaron todo el edificio por seguridad, y nos echaron para abajo, y yo con el cabro así como las gitanas tomando. Al segundo día recién me cayó la chaucha de que Antón tenía que comer, porque tenía 2 años 8 meses. Juan estaba en el edificio del frente, en el Ministerio de Educación y mi hermano Homero en el de atrás, cuando yo vi que llegaron los tanques y los helicópteros y sacaron a todos.  Para nosotros fue terrible porque el ascensorista, el portero, todos los que estaban ahí como los conserjes estaban vestidos tipo marino, o sea, nos habían sapeado los tres años las reuniones políticas, las reuniones de partido, las reuniones académicas. Eran militares infiltrados y sabían todo.

Para el golpe desalojaron toda la Alameda, mataron gente ahí mismo en la Avenida Bulnes. Cuando Juan estuvo esos tres días en el subterráneo, un profesor me comentaba “Nos dedicamos a hacer tira todo lo político que andábamos trayendo y a echarlo por los hoyitos para abajo”, sin comida, sin nada. Al tercer día yo subí y en su departamento me alojó con mi hijo el Fernando Flores que era ministro. El 13 de septiembre salimos y nos fuimos. Juan estuvo más tiempo encerrado porque después no sé para dónde se fue, y el 27 de septiembre fue la primera vez que yo lo vi, ahí supe que estaba bien. Llegaron todos a la casa de mi mamá. A Juan nunca le dijeron que estuviera clandestino, ni que se fuera al exilio, se demoraron mucho, y eso es un peso que tiene el Partico Comunista, cometieron muchos errores porque no clasificaron a la gente.

Relatado por Anita Altamirano, esposa de Juan Gianelli Company