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En ese tiempo, Valparaíso era un cosa completamente distinta
El mayor de los hermanos es Jorge, luego viene Víctor; Sergio es el tercero y luego llegó Patricio, el conchito. Nosotros éramos de Valparaíso, los niños nacieron y se criaron allá hasta que trasladaron al papá por su trabajo. Mi marido, Jorge Reyes, era cajero de Indusleber, una empresa que hacía los productos Atkinson de aceite de ballenas. La firma, que tenía una planta en Quintay, se dividió en dos: una se dedicó a los aceites y la otra a los detergentes; ya hace un tiempo desaparecieron. A mi esposo le encantaba su trabajo. Decía que chuteaba los billetes dentro de la caja; tiraba pa allá, tiraba pa acá. Dentro de la caja era dueño y señor.
Nosotros vivíamos en el cerro Larraín, casi al frente del Congreso. En ese tiempo, Valparaíso era un cosa completamente distinta: era barrio. Todos los niños se conocían, las familias se conocían. Para los años nuevos íbamos a visitarnos de casa en casa… Yo era contadora, tenía una cartera, trabajaba independiente en una oficina en el centro y no necesitaba marcar horario, lo que era muy importante con cuatro niños. Llevé contabilidad como 10 años, tenía de todo: restaurantes, hoteles, fuentes de soda, imprentas. Yo siempre estuve empleada porque yo soy mala para cocinar y soy mala para las cosas de casa y, en cierto momento, tenía tres guaguas en la casa. Imagínate que los pañales no eran desechables, había que correr al médico…
Mi esposo salía a las 6.30 de la mañana de la casa porque le gustaba tener la caja lista para no estar jamás atrasado. Era bien cuadrado. Le gustaba bañarse y vestirse primero que los niños.
Relatado por Magdalena Navarrete, madre de Sergio Reyes.