Usaba colleras, tenía ropa buena

En el Sur había una viejita que me dijo que este cabro no iba a ser de larga vida, y me dijo que creía eso por cómo era él, por la preocupación por su mamá y por todos los demás. “Eso no es común”, me decía.

Pedro copiaba canciones y versos, y cantaba. Era deportista, le gustaba el levantamiento de pesas, y como no tenía para comprárselas, habían unos tarros y los llenaba con cemento y se hacía unas pesas. Era muy deportista, nunca le gustó mucho el fútbol, pero le gustaba el básquetbol y también el teatro.

Pedro era muy esforzado. Por la condición económica mis papás tuvieron que empezar su casa de nuevo. Mis papás no le podían dar la educación que correspondía, entonces él trabajaba y estudiaba en la noche, incluso se le premió como el más esforzado en el colegio. En las licenciaturas se le hizo un homenaje, tuvimos que llevar a mi mamá en silla de ruedas. Eso fue en el 92. Incluso, don Miguel Kast, como lo apreciaba tanto, cuando mi mamá se había accidentado hacía poco en el 92, fue a la licenciatura y nos llevó a comer en un restaurante en ese tiempo, muy elegante, que había en la carretera, como premio para el Pedro. Su capacidad, su rapidez y su presentación personal -era muy preocupado- hicieron que don Miguel tuviera una confianza única con él. Eso es lo que caracterizaba al Pedro, su dinamismo, muy pulcro en su presentación personal, se preocupaba de su pelo, de ir al dentista -porque fumaba- a limpiarse los dientes. Almidonaba sus camisas cuando correspondía, usaba colleras, tenía ropa buena.

Relatado por Silvia Vargas, hermana de Pedro León Vargas.