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Diario del 9 de mayo de 1976
El diario con el que tengo más proximidad es porque ese no estaba en la maleta, sino que estaba en los cajones, entre los documentos y cosas de mi mamá. Yo lo recuerdo de siempre. Y también la historia de la detención de mi papá va muy ligada al diario, que me llevó a cobrar conciencia de que al papá lo habían detenido… el diario es parte de ese relato de cuando mi mamá me explicaba que el papá había salido a la casa de mi abuelo Polo a una reunión, y que ese día el papá salió sin el diario, y volvió a buscar el diario porque por instrucción del Partido, por recomendación de los compañeros, andar con un Mercurio y bien vestido, como él se vestía, era un distractor. Se supone que los comunistas de ese tiempo andaban vestidos de otra forma, no andaban con El Mercurio, entonces él andaba caracterizado de “otro”. Se devuelve a buscar el diario y tienen ese diálogo con mi mamá en el que mi papá por primera vez le dice: “Qué lata tener que irse”, quería quedarse con ella y no quería irse. Mi mamá me cuenta que hubiese querido decirle que se quedara, pero no le dice nada y mi mamá empieza a hacer puchero y mi papá se pone serio y le dice: “Bueno mijita, si el deber es el deber”, y se va, y le da un beso, que es el beso que mi mamá recuerda hasta el día de hoy. Y ese diario es el que queda allá en la casa de mi abuelo. Mi mamá lo guardó, supongo que al igual que las otras cosas lo atesoró, quizás como parte del intento por reconstruir todo lo que no sabemos que pasó. Es mi abuelo el que lo escucha partir, ni siquiera lo ve porque estaba en el baño en el momento en que golpean la puerta. Y mi papá se va sin despedirse, lo que es muy raro para mi abuelo. Y hasta el día de hoy nos vamos a quedar sin saber si era signo de que algo estaba pasando, o de verdad no se dio cuenta, o más bien lo protegió.
A mi mamá no la estaban buscando, a la familia de mi papá sí. Mi mamá estuvo presa con la gente de la agrupación, por una huelga… hay una foto donde salen de la cárcel femenina. Estuvieron ahí como 17 días.
Este diario es recobrar parte de la historia. El tan solo tocarlo, daría mi vida por haber sentido su mano aquí también, su mano estuvo acá, fumó… Porque como no tengo recuerdo propio, si cierro los ojos por más que quiera verlo no lo veo. Si hay una imagen es una invención mía, es producto de la foto, pero no es recuerdo propio. Tenía dos años cuando lo detienen, entonces ese recuerdo propio lo guardé hasta como los cuatro y de los cuatro en adelante lo perdí. Mi mamá se acuerda de que a los cuatro le pedí que le mostrara fotos de mi papá porque se me estaba olvidando su rostro. Y ella no me mostró porque no había fotos de mi papá. Estas fotos las he venido a obtener ahora de grande.
Relatado por Lorena Díaz Ramírez, hija de Lenin Díaz.