Enrique Ropert
Enrique Ropert nace el 4 de mayo del año 1953 en Concepción. Aún está en el hospital con la Paya –el sobrenombre de Miria Contreras, secretaria de Allende–, cuando un terremoto lo sacude todo por cuatro días. Enrique es carismático. Conquista a quien sea; es alto y sus ojos son verdes. La magnitud de su ternura es tan profunda como la de su carácter.
Entre 1960 y 1963, la familia Ropert se traslada a Europa –a París– porque los padres se van a estudiar allá. El padre, ingeniero, se fue a estudiar Física y la madre Civilización Francesa. Hacía apenas quince años que había terminado la Segunda Guerra Mundial y los vestigios de lo ocurrido aún se presentaban muy fuertes: las huellas de la represión nazi, la masacre, los testimonios de la gente. Los padres se preocuparon de llevarlos a los campos de concentración de Alemania y también manejaron por España en una casa rodante. Se detenían en los pueblecitos para conocer la España real. Todo estaba lleno de miseria producto de la política económica de Franco; se veía el poder del legado de la Iglesia franquista y de una clase social muy represiva ligada a los militares.
De regreso a Chile, Enrique estudia en la Alianza Francesa y en el Instituto Nacional, liceo muy influyente en su vida. Siempre tuvo un alto sentido de la justicia social, y es ahí donde empieza a militar en el MIR y conoce a muchos de sus compañeros y amigos. Después ingresa a estudiar Economía en la Universidad de Chile, escuela que también lo marcó mucho y donde es compañero de curso de su hermana, Isabel.
Durante los tres años de la Unidad Popular, se entrega de lleno a la vida política. Vive participando, sale a las marchas y se la pasa en reuniones con los compañeros y la gente. Defiende contra viento y marea a la Unidad Popular, y el año 72 deja el MIR y se pasa al Partido Socialista, donde milita activamente. Para el golpe prácticamente vivía en la toma Fidel Ernesto, donde lo conocían como Antonio. Los pobladores lo querían mucho.
El 11 de septiembre, con la certeza del advenimiento del golpe de Estado, acompaña a su mamá a La Moneda manejando; la Paya nunca abandonaría a Allende. Llegando al edifico de gobierno, lo detienen en la fachada, a la puerta de la intendencia. Su mamá es la única que logra entrar. Tenía 20 años y junto a él detuvieron a la gente del GAP que los seguía.
Semanas más tarde, encuentran su cuerpo sin vida bajo el puente Bulnes, en la ribera del río Mapocho.
Fuentes de Investigación:
Testimonios de Max e Isabel Ropert, Arqueología de la ausencia
“Microbiografía: Enrique Andrés Ropert Contreras”, Los latidos de la memoria (s/f)